Desde que empecé a tener esta sensación de inconformidad, pensaba que era algo que me pasaba solo a mi. Miraba a mi alrededor y todos parecían estar felices con lo que hacían. Pero cuando fui compartiendo mi proceso de transformación me di cuenta de que, lamentablemente, mucha gente odia su trabajo. También pude ver que muy pocos hacen algo para cambiar. Salir de lo tradicional e ir en contra de los prejuicios puede ser muy difícil, lo sé. Pero soy un ejemplo de que se puede y de que lo único que se necesita es tomar la decisión de empezar a disfrutar de tu vida.
Cuando salí del secundario, ni siquiera me pregunté qué es lo que quería hacer. Era algo obvio, mi papá abogado, mi tía abogada y mis primos… adivinen. Sí, ¡abogados! Una tradición familiar no se rompe de un día para el otro y menos a los 17 años, cuando todavía no entendés muy bien para dónde vas a ir. Estudié y me recibí sin mayores problemas, aunque siempre tuve muy en claro que no me encantaba lo que estaba haciendo.
Suponía que “la pasión” estaba por fuera de lo laboral: la música que me gusta, el equipo de fútbol del que soy hincha, cocinar algo rico, mi novia, mi familia. Por supuesto que todas esas cosas eran y son muy importantes, pero a medida que pasó el tiempo, me fue invadiendo una sensación de insatisfacción que no podía controlar. Y cuando digo que no podía controlar, hablo de que llegué a tener ataques de pánico. Cuando te hacés el distraído con lo que te pasa y seguís por la vida como si fueras un caballo con anteojeras, en algún momento tu cuerpo te alerta. ¡Basta, hasta acá llegamos, hermano! Decidí escuchar esta señal, frenar y pensar en qué es lo que quería hacer.
En principio, tuve que enfrentar mis propios prejuicios. ¿Cómo voy a dejar un trabajo con el que tengo un crecimiento profesional asegurado?¿A qué me voy a dedicar si toda mi vida hice esto?¿Qué va a pensar mi familia? y más frases del estilo retumbaban en mi cabeza como una tortura diaria. En este período de ninguna certeza, tuve una charla con una amiga que, para mi, funcionó como una bisagra. Contándole lo que me estaba pasando, me dijo: el mundo sería un lugar mejor si todos nos dedicáramos a hacer cosas que amamos. Apenas lo escuché, me acordé de la mañana en la que casi rompo el celular cuando sonó el despertador. También pensé en ese hombre al que me había cruzado en la calle hacía unos días y que, como pasó muy cerca mío, le lancé una especie de gruñido. Y cuando maltraté a la kiosquera que había tardado un poco más de la cuenta en atenderme.
Ahí me di cuenta de que había naturalizado situaciones que no tenían por qué ser así. Y me imaginé cómo sería mi vida si me despertara sabiendo que durante ese día no iba a hacer nada que no me gustara. Hasta ese momento, sentía que estaba desperdiciando mi tiempo y mis capacidades encerrado en un estudio de abogados. Dejar se sentir eso era posible, solo tenía que tomar la decisión.
Así fue como dejé el estudio de abogados de mi papá y salí a encontrarme conmigo mismo. ¿Fue fácil? No. ¿Valió la pena? ¡SIN DUDAS! Por eso, si estás pasando por una situación similar a la que pasé yo, me gustaría dejarte algunos consejos para simplificarte el camino.
Mientras estés pensando en cambiar tu vida, ahorrá.
En el período en el que estás tomando la decisión de dejar tu antiguo trabajo para empezar a hacer lo que querés, aprovechá para ahorrar todo lo que puedas. Es importante contar con un colchón, por si acaso tus sueños tardan un poco más de la cuenta en hacerse realidad.
Si tenés tiempo, aprovechalo.
Muchas veces me encontraba en el estudio pasando horas y horas frente a la computadora sin trabajar. Miraba videitos, chequeaba todo el tiempo las redes sociales, chateaba con mis amigos. Si lo que tenés es un proyecto, aprovechá cada momento libre que tengas para investigar sobre el tema o para hacer tareas relacionadas a él. De a poquito vas a ir armando algo, y el día que quieras dejar tu trabajo, vas a tener una base más sólida en la que sostenerte y con la que salir a buscar tu vida ideal.
Nunca hagas algo solo por la plata
Si te sentís insatisfecho con lo que estás haciendo, la plata no puede ser tu única recompensa. Sí, es cierto. La necesitamos para comer, salir, pagar el alquiler, pero todos sabemos que el dinero no es todo. Es probable que, apenas empieces a hacer lo que realmente querés, no recibas una gran cantidad de dinero. Pero te aseguro que le vas a poner tantas ganas que, muy posiblemente, termines generando algo grande y que te rinda económicamente. Además, si hiciste las cosas bien, vas a tener un ahorro para bancar ese tiempo en el que las cosas se van acomodando. Creo que ni siquiera hace falta que te diga que la mejor recompensa es irte a dormir con una sonrisa, sabiendo que hiciste todo lo que pudiste para estar bien con vos mismo. No hay plata que pague ese momento.
Conocé tus fortalezas y trabajá sobre ellas
Pasé mucho tiempo trabajando en algo que no me hacía feliz y para lo que, además, no era bueno. Es bastante lógico cuando lo pensás: si no te gusta, es probable que nunca adquieras todas las habilidades necesarias. Por eso te recomiendo que hagas foco en esas cosas en las que sabés que sos naturalmente bueno. Quizás después decidas no hacer de ellas tu medio de vida, pero vas a ganar confianza en vos mismo y eso es fundamental para hacer cualquier cosa que te propongas.
Empapate de otras experiencias
Encontrarte con gente que está en tu situación, emprendiendo un nuevo proyecto, es siempre enriquecedor. Nadie va a entenderte más que aquellos que pasaron por el mismo proceso. Además, todos los consejos que te den, pueden ser un atajo que te ahorren tiempo para llegar a tu objetivo. También puede servirte conocer gente que sea muy distinta a vos o que esté haciendo cosas que no te interesan demasiado. Lo importante es hacerte amigos, aprender qué es lo que hacen y, sobre todo, comprobar qué es lo que te gusta a vos.
Cada uno hace su camino, pero me hubiera gustado que, cuando empecé con mis dudas sobre mi trabajo, alguien se sentara conmigo y me dijera estas cosas. No es ninguna fórmula mágica, lo sé. Pero sí me parece que es importante tener siempre estas ideas presentes, porque en el momento en que todo es un poco confuso, pueden funcionar de guía y de apoyo.
Yo hace dos años que vivo de la cocina y que me despierto con una sonrisa todos los días. Les juro que no hay satisfacción más grande que esforzarse por algo que realmente te importa y lograrlo: ¡hace seis meses que tengo mi propio restaurante!
Espero haberte ayudado contándote mi experiencia y que te sirva para tomar la decisión. ¡Estás a un paso de ser feliz!